La historia me absorberá
Un grupo de jóvenes ultiman los detalles del asalto a un cuartel militar. Izan una pequeña bandera, cantan el himno y se lanzan en sus propios automóviles hacia una operación de riesgo moderado. Pero una serie de complicaciones, de desencuentros, de flaquezas por parte de algunos a último momento, la operación fracasa y el grupo recibe una represalia encarnizada. Uno de los líderes, el abogado Fidel Castro, es detenido fraudulentamente en un hospital y en una pequeña sala destinada a las enfermeras presenta su propia defensa y declara que el ideólogo del asalto fue José Martí, el Apóstol de la independencia cubana.
Décadas más tarde un militar es encarcelado en Venezuela. Decide que debe ser el último en salir en libertad, está orgulloso de haber sido encarcelado por un gobierno enemigo del pueblo, como luego se enorgullecerá de que no le den la visa para Estados Unidos. Durante su presidio lee mucho, pero lo que más le impacta es La historia me absolverá, el alegato de Fidel. Al salir en libertad, Hugo Chávez comienza una recorrida por su país y por toda América intentando delinear su proyecto continental, inspirado en Simón Bolívar.
En Cuba la historia no se enquista en las bibliotecas y los museos. Sistemáticamente se transmiten documentales sobre la guerra de independencia y la Revolución, se insiste con las efemérides a diario, inclusive hay historietas y dibujos animados como Elpidio Valdez, un simpático mambí que lucha contra los españoles y los norteamericanos. En las calles no hay anuncios de productos, están pobladas de carteles más o menos originales con imágenes y pensamientos de Fidel, del Che, de Camilo pero también de José Martí, Antonio Maceo, los héroes de la independencia. En Venezuela puede tomarse como indicio la importancia del ministerio de comunicación, y la idea (sólo en apariencia) disparatada de Chávez de fabricar muñecos de Bolívar, para que los niños jueguen con héroes reales y americanistas, no como Superman o He-man.
Cuba y Venezuela cometen la osadía de resignificar sus símbolos, de no regalarlos al enemigo. A José Martí y a Bolívar les sucedía lo que a muchos líderes: se los había despojado de su carácter revolucionario, combativo, antiimperialista. El memorial de José Martí en La Habana, construido antes de la revolución, tiene incrustadas en las paredes máximas del prócer de profunda inocencia, en un intento de exorcizarlo de su demonio combativo. Pero cuando Chávez sueña en voz alta con cumplir el sueño inconcluso de Bolívar tiemblan las letras doradas, los bustos, los billetes, los cuadros en las aulas, meros íconos incomprendidos hasta que alguien se encarga de revitalizarlo. Y cuando eso sucede poco importa lo que el prócer fue en realidad, la parcialidad es inevitable, poco importa que los kataristas (1)
Tanto la Revolución Cubana como la Bolivariana tienen un planteo similar. Hubo un momento de pureza, cuando los Heroicos Padres Fundadores crearon la Patria. Después la clase dominante en consonancia con los intereses extranjeros llevaron a la nación a la perdición. La Revolución intenta cortar con esa racha y entroncarse con ese instante inicial, para reencauzar el rumbo de la historia. Una tarea faraónica, que sólo puede ser llevada a cabo por un pueblo que detrás de las trincheras de ideas de Martí espera blandiendo la espada de Bolívar para combatir por la Patria Grande. (Hubiera sido un lindo final para la nota, lástima que después van a venir los intelectuales en tropel a exigirme que defina la palabra pueblo, que cite, que esto, que lo otro. Pero ma´ sí, qué nos importa a nosotros lo que digan ellos, dejamos el final como está.)
(1) Grupo indígena que reivindica a su antiguo líder Tupac Katari
Por Nicótico
1 comentario:
"La victoria no está sólo en la justicia, sino en el momento y modo de pedirla; no en la suma de armas en la mano, sino en el número de estrellas en la frente"
José Martí
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