Por Ariel Caniza
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Luego de casi 7 años en Afganistán y más de 5 en Irak, el ejercito de EEUU y sus contratistas (eufemismo para mercenarios; ¡la tercerización alcanza al ejercito!) no pudieron derrotar a la resistencia civil en ambos países, provocando día tras día bajas que van desangrando al ejercito invasor y provocando una merma de la popularidad del conflicto y el reclamo de la vuelta de las tropas a casa por parte de buena parte de la población. Quizás éste sea uno de varios motivos por los cuales Bush nunca pudo encontrar suficiente apoyo para una invasión de similares características sobre Irán.
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En unos meses, tendremos un nuevo primer ministro del mundo y las miradas están puestas en Barack Obama, un demócrata cuyo discurso e ideas recuerdan al de John Fitzgerald Kennedy, y en John Mc Cain, otro republicano halcón que se asemeja a Bush. En caso de que gane este último, la doctrina Bush permanecerá intacta y se puede esperar una invasión a gran escala a la República Islámica de Irán, lo cual transformará definitivamente a la zona en un polvorín. El caso de Obama es distinto, sobre él pesa una cierta esperanza por ser muy critico de las intervenciones estadounidenses en el exterior. Sin embargo un análisis más profundo echa esto por tierra. Las políticas norteamericanas no son una cuestión personal, sería una ingenuidad pensar que la política de la primera potencia depende de las convicciones de la persona que gobierne ese país. Por más que Obama sea menos belicista que Bush (esto está relacionado con las alianzas burguesas que lo sostienen a Bush: la industria armamentística y la petrolera), la geopolítica imperialista continuara con el objetivo de garantizar que EEUU siga siendo primera potencia del mundo, para lo cual se valdrán de diferentes variables tácticas entre ellas la guerra.